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Mostrando entradas de diciembre, 2011

Gritos

La lluvia en mi cara, mi corazón acelerado y yo…yo con esa sensación de tener que gritar desde el estómago. Era tarde, la noche estaba más oscura que nunca y el frio calaba mis huesos. Mis manos congeladas igual que mis pensamientos, que mis palabras y mi boca. Llevaba horas caminando  por la ciudad, solo quería encontrar a alguien a quien decirle lo que mi boca callaba…solo necesitaba a una persona, pero no había nadie. Volvíamos a ser solo la condenada noche y yo. En el pasto rebotaban las gotas de lluvia, esa lluvia endiablada que mojaba mis piernas y mi cara. Aun de rodillas con el pulso acelerado y sin saber qué hacer, miraba atentamente la luna y la maldije por astuta por jugar con las ideas imparables de mi ser, por ponerme en blanco… Cerré mis ojos fuertemente, apreté mis dientes y mientras el viento golpeaba firmemente mi cara…grité, grite hasta que sentí que todo mi cuerpo gritaba conmigo, hasta sentir mi garganta sin vida, hasta que mi estómago se quedó sin aire y mi pie...

Noelia y el Columpio

Sentada en el café de siempre estaba Noelia, con su mirada perdida y el labio apretado, golpeaba ligeramente la taza de café que habitualmente tomaba los días martes. Su mirada fija en el ventanal viendo como pasaba gente por la vereda, no pensaba en nada, no sentía nada, simplemente ese día no era ella. Acompañada de su bolso de siempre, su morral amarillo, ese bolso que la había acompañado desde su adolescencia…dentro del tenía 4 cartas, una cajita de madera con una llave, su billetera con millones de fotos y la boleta de el columpio que alguna vez usó…pasaron los minutos y se dio cuenta que ya había pasado gran parte de la tarde sentada sin hacer nada, fue ahí cuando sonó su teléfono…”Se dónde estás voy para allá espérame,te quiero! Fede”…con una leve sonrisa pensó en todo lo que se venía y no pasaron 5 minutos y llego su gran amigo, Federico. Federico no necesitaba hablar con Noelia, no necesitaba una explicación ni siquiera necesitaba que ella lo mirara, se conocían tanto que él s...