Tardes

El abrigo rojo de aquella vez, los mismos zapatos, guantes y la misma tarde de otoño…solo  que esta vez ya se alojaban más inviernos en su mirada. Una primavera constante era su sonrisa, sus manos tan suaves y cálidas como la arena de playa,  su pelo era una cascada interminable…pero sus ojos, ¡ay! sus ojos, sus ojos estaban llenos de invierno, de lluvia y frío.
El sol otoñal de esa tarde de abril hacía que sus ojos brillaran y su pelo  se llenara de matices anaranjados y rojizos lo cual hacia de ella el cuadro perfecto en ese anaranjado atardecer. Miraba todos los días como los niños jugaban, como las parejas se amaban y como los barcos a lo lejos se marchaban escondiéndose en el soberano e inmenso mar.
Sentada en el mismo banco de madera amarillo, todos los días a la misma hora buscando algo en el mar o quizás en el cielo, nadie sabía con certeza que era lo que ella de verdad buscaba. Su boca imponía historia, una historia que se sabía jamás habría sido contada…que era lo que ella necesitaba?, que escondían sus labios?...
Un día se le acercó un hombre un tanto desarreglado y sucio…fue la única persona que logró que ella sacara su vista del mar. Se miraron por un largo rato, el sol hacía de ese instante un momento mágico…ella con su abrigo color rojo impecable, su pelo ordenado y su piel blanca como la nieve y el con una barba de muchos días, desorientado igual que ella, sus manos sucias y una tez mas bien morena…
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, no se conocían, jamás se habían visto…pero ambos llevaban un secreto en sus corazones cansados. Ella le sonrío y con un pequeño gesto lo invitó a sentarse a su lado, el accedió con ternura…una vez sentados mirando el atardecer ella se abrió su abrigo y luego su blusa y sacó de su pecho una pequeña caja de madera…de adentro de ella retiró un frágil, descolorido y pequeño corazón.
-Es todo lo que tengo- le dijo ella con un tono triste.
Él se abrió su chaquetón azul marino y de su pecho sacó una cajita de madera…de adentro de ella retiró un par de lápices de madera…
-Es todo lo que tengo, están algo gastados pero aun sirven- le dijo el con los ojos llenos de un verde intenso.
Ella con sus delicadas manos puso el corazón en una de sus cajas y el delicadamente con sus manos llenas de tierra comenzó a colorearlo…sus lápices se rompían y él se frustraba ella lo miraba y con un gesto maravilloso lo impulsaba a que siguiera…una vez terminado de colorear el corazón…ella lo tomó y lo depositó en la caja de madera antigua y con olor a mar de el para luego guardarlo en su pecho, el trató de detenerla pero ella con inmensa sonrisa lo dejó sin poder hacer nada…
Él tomó sus lápices y con mucho cuidado los depositó en la cajita de madera con olor a canela de ella y lo guardo con mucho cariño en su pecho…El besó su nariz y ella besó sus manos descuidadas, deterioradas y sucias sin ninguna objeción.
Volvieron su vista al mar, el sol ya se escondía y ahí estaban estos dos extraños compartiendo lo que muchos no se atreven.... en un breve instante de sus vidas.

Comentarios

  1. Ambos con su fragilidad y sus buenas intenciones a veces se equivocan, pero siempre se aman.
    Cada día, mientras miran al horizonte, ponen manos juntas sobre el asiento y se quedan así un largo rato. Simplemente amándose de todas las formas que saben

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