High and Dry




Veía cómo la lluvia caía lentamente por la ventana mientras estaba recostada en el sofá café que tanto me gustaba. El paisaje gris verdoso me hacía recordar pasajes de mi vida cuando era chica en el sur. Mis pies abrigados por unos lindos calcetines chilotes se movían lentamente al son de “high and dry” de Jamie cullum. La melodía, el olor a chocolate saliendo de mi tazón y mis manos calientes hacían que el departamento y esta gran ciudad se llenaran de una ternura y una calidez jamás experimentada.
Era sólo yo y ese pedazo de momento en donde sientes que todo a tú alrededor se derrite lentamente. No tardó mucho tiempo en interrumpirse ese momento por un llamado telefónico.
-Noelia, te llevo algo?-
-No, tranquilo…no es necesario-  
No me levanté, ni siquiera arreglé mi despeinado pelo…simplemente me quedé ahí sumergida en la  música y el baile hermoso de la lluvia y el viento. La lluvia tenía ese “algo” que me inspiraba, que me hacía querer bailar junto a ella, que me hacía pensar en que podíamos ser sólo una.
Tomás venía en camino, hacía meses que no lo veía y no estaba para nada nerviosa. Me levanté a preparar mas Chocolate caliente con pequeños malvaviscos tal como recordaba que le gustaba a Tomás. Mi teléfono sonó nuevamente, era Tomás.
-Estoy en un taco enorme Noe- dijo un tanto enojado.
-Camina-
-No quiero caminar…me mojaré entero y no es la idea-
-Camina no seas tonto-
-Ok, ok…odio esta ciudad…voy para allá-
Me colgó y asumí que los dos teníamos versiones muy diferentes de lo que era un día lluvioso. Claramente a Tomás le seguía cargando la ciudad, la gente y mucho mas si unías todo eso con un taco y un diluvio.
Sabía que Tomás no estaba en su mejor momento y es por eso que traté de crear un ambiente tranquilo para que se sintiera como en casa. Ambos estábamos cansados de tanta cosa artificial, tanto vacío, tanto gris. Yo trataba de llevarme bien con ese vaivén que la vida me estaba dando lentamente, tal como lo hace el mar en la orilla. Era difícil enfrentarte a un mundo tan frío, tan distante y ajeno a cualquier compromiso o demostración de cariño…si no te unías a esta masa de robots sin alma, simplemente de a poco te convertían en uno, hasta llegar al punto en que simplemente no reconoces ni tus manos.
Pero mi casa, mi espacio seguía siendo un lugar cálido en donde podía muchas veces escaparme y darme cuenta que por mucho que los letreros me indicaran que estaba equivocada, mi interior era quien finalmente tenía la razón.
Sonó el timbre y me paré a abrir la puerta, dejé mi tazón en la mesa… Abrí y ahí estaba Tomás, meses habían pasado y seguía con sus mismos ojos, esa mirada de “no pertenezco a este lugar”
-Estoy todo mojado- me dijo encogiéndose de hombros
Yo le sonreí y lo hice pasar.
-No me toques que no quiero empaparte-
Lo abrasé como jamás lo había hecho le di un beso en la mejilla y le di su tazón con chocolate caliente…Sus ojos enormes por la impresión y una leve sonrisa en su cara me hizo sentir que había hecho lo correcto.
-Cómo es que jamás olvidaste que me gustaba así el chocolate?-
-Porque jamás te fuiste de acá Tomás-
- Pero, tanto tiempo…-
Cerré la puerta, le saqué su chaqueta y le dije…“bienvenido a casa”.



Comentarios

  1. A pesar de todo lo impersonal que puede llegar a ser una ciudad enorme siempre encontramos diferentes formas de sentirnos como en casa, de hacer un lugar nuestro, de sentirnos en casa.

    Creo que Tomás valorará siempre ese chocolate caliente que lo espera en medio de todo el desastre de ciudad

    Dos personas que, juntas, hacen su espacio

    ResponderEliminar
  2. Cada día estás escribiendo mejor Maca, me gusta mucho como haces espacios, como generas calidez, como creas ambientes.
    Me habría encantado saber qué sigue en la historia de ambos, saber qué se dirán o cómo será el encuentro, saber si Tomás se preparaba para ver a Noelia, o si todo fue casual como se pensaba.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El Inquilino

La batalla