La vida en sepia…


Él se levantaba todos los  días a las 6:30 de la mañana, se sentaba en la cama y miraba por la ventana inhalando con dificultad, un respiro profundo acompañado de un nostálgico suspiro con aroma al ayer. El día aun sin rayos de sol hacía que la habitación se viera azul, ese azul pálido y frio como el de sus ojos apagados por el tiempo, miraba atentamente como las estrellas comenzaban a desaparecer en el horizonte y el cielo comenzaba a tornarse más colorido, con mucho esfuerzo se levantaba de la cama y caminaba al baño , llegaba abría la llave y con gran energía se mojaba su cara como si quisiera despertar de un mal sueño, su cara que estaba llena de huellas, de manchas, de arrugas…todos los días la misma rutina frente al espejo le mostraban que los años no pasan en vano, sus manos arrugadas y temblorosas peinaban el poco pelo que tenía y cuidadosamente también afeitaban su cara. Trataba de no mirarse mucho, pues el espejo a esa edad, pasa a ser el recordatorio constante del conteo inesperado que te queda para dejar de existir. después del ritual del baño que cuidadosamente hacía todos los días como si estuviese invitado a una suerte de fiesta muy importante, se dirigía a la pieza para vestirse y hacer su cama, aun tenia debajo de la almohada el piyama de ella, lo doblaba con delicadeza, lo tomaba y sentía su mismo olor, todavía  tenía las fotos en el velador, y todas las mañanas junto a una taza de té se sentaba a la orilla de su cama mirando por la ventana ,escuchaba los tangos que alguna vez le canto con tanto amor a quien fue su compañera de vida. El sentimiento es fuerte, el corazón débil por el desgaste propio de los años, pero  aun latía tan fuerte por el miedo a dejar de ver este mundo tan maravilloso, el sabía que algún día en la soledad de su casa, en la soledad de su vida, despertaría una mañana en una noche eterna…pero quien estará ahí para decirme que no tema?, pensaba él. Los hijos tenían su vida, los nietos vivían otra etapa tan diferente a la suya . Si bien lo piensas estaba mucho más solo de lo que muchos podían creer, nadie podía sentir esa angustia grande disfrazada de alegría y ganas de vivir, las personas que podían comprenderlo ya se habían ido, amigos, hermanos, el amor de su vida…etc.
Como se podía vivir tan rodeado de gente y sentirse tan solo?, tener 95 años y ser auto Valente  era un regalo divino, lo malo es que ves partir a todos los que amas y finalmente te quedas solo mirando como la vida de los que dejarás se torna de un color amanecer, ellos tienen  todo por delante y no viven con la angustia diaria de saber que ya cumpliste con tu misión y que ya es hora de partir.
Tomo su taza de té y su radio portátil y salió al jardín a ver a la gente como transitaba por la  calle, lo hacía todos los días mientras escuchaba los versos de algunos tangos llenos de recuerdos. Así pasaba su día, mirando caras, recordando cosas en su vieja silla con su radio antigua.
Llegado el atardecer se entraba y subía a su pieza, le gustaba verlo desde el ventanal porque podía tener una vista panorámica de ese suceso tan maravilloso de la naturaleza, sonreía mientras veía como los gatos en el techo se ponían a tomar los últimos rayos de sol, inclinaba su cabeza de una forma tierna imaginando estar sentado al lado de su vieja y poniendo su cabeza en su hombro… fue ahí cuando la sintió más cerca que nunca, cerró los ojos y sintió mucho miedo, su respiración se tornó mucho más agitada, su cuerpo tiritaba de miedo pero él se sentía en paz. El perfume de ella  se sentía en el aire y el solo siguió con los ojos cerrados y sus manos empuñadas por el miedo que sentía.  Fue en ese momento cuando tocaron el día que me quieras en la radio, era la canción que bailaba siempre con ella. El sonrió y con su voz temblorosa y casi silenciosa dijo: “ viejita estoy listo”…
Se recostó lentamente en la cama como si alguien lo hubiese dejado con mucha delicadeza ahí, puso su cabeza en la almohada vio las fotos de sus hijos, de sus nietos tan ausentes últimamente por la falta de tiempo y la vida tan rápida que llevaban, sus ojitos se llenaron de lágrimas y con ternura soltó el ultimo soplo de su corazón. La pieza se llenó de un color naranjo intenso, propio de los atardeceres en esa ciudad.  Don Emilio se había ido, la radio seguía tocando esa melodía triste que escuchaba a diario para sentirse acompañado.  Se  fue solo, sin que nadie lo despidiera… solo el, sus tangos y su eterna compañera.

Comentarios

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  2. Que puedo decir...
    Me dejaste marcando ocupado.

    Mientras leía este relato, me sentí por un momento en el lugar de mi abuelo, viendo como sus nietos entran a la u, comienzan a trabajar, y el cada vez puede caminar menos en su casa de puerto montt; en un puerto montt que conoció cuando aún no llegaban autos y la gente se movía en bote de un extremo a otro de la ciudad.

    Deberías tener más confianza en tus creaciones... de verdad puedes escribir cosas increibles. te felicito!!

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